16 noviembre 2012

Los seis Jizôs y los sombreros de paja.

Jizô (地蔵) o O-jizō-sama (お地蔵様) es una de las divinidades más populares de Japón, protectores de las mujeres embarazadas, de los viajeros y peregrinos (pueden encontrarse a la orilla de muchos caminos), bomberos y sobre todo de los niños no nacidos o nacidos muertos.

Según la tradición budista los niños que fallecen antes o durante el embarazo o siendo muy pequeños son arrojados al lecho seco del río infernal (Sanzu), el cual cruzan todas las almas para llegar a la vida tras la muerte, ya que no han reunido suficientes buenas acciones y como castigo por haber causado tanta pena a los padres.

Allí se dedican a recoger piedrecitas para apilarlas y construir altares con los que pedir misericordia a Buda. Pero siempre aparece un demonio que derriba los altares y los golpea con una barra de hierro. La única forma de escapar de este tormento es que los padres oren a los Jizô y ayuden a los niños, llamados mizuko (水子-niños de agua). Los padres van a rezarle a las estatuas y las rodean de piedrecitas para acortar la estancia de los niños en el infierno.

También se cree que los Jizô ocultan a los niños entre sus ropajes del demonio de la barra de hierro y por eso las madres visten a los Jizô con sombreros, baberos.

Muchas veces se pueden encontrar los Jizô en grupo de seis ya que la tradición budista cree que hay seis caminos que llevan al infierno y cada una de éstas estatuas nos protegen de la elección de un mal camino. También suelen llevar una vara de peregrino, una vara con seis aros que agita para despertarnos de las falsas visiones.

Existe un cuento clásico de tradición oral protagonizado por seis Jizô.
"Vivía hace mucho tiempo una pareja de ancianos que se ganaban la vida tejiendo sombreros de paja sugegasa (菅笠) Eran muy humildes y un año llegó la festividad de año nuevo y no tenían dinero para poder comprar el mochi tradicional de esas fechas. El anciano decidió ir al pueblo y vender unos sombreros para comprarlo con el dinero de la venta.
Cogió cinco sombreros y se dirigió hacia el pueblo caminando. Le llevó casi todo el día cruzar los campos hasta llegar al pueblo y una vez allí empezó a pregonar para que la gente le comprase los sombreros.
 Como se acercaba la festividad de año nuevo había mucha gente comprando, pero nadie se acercó a comprarle los sombreros ya que en esas fechas nadie sale de casa. Se acabó el día y el pobre anciano tuvo que volver a casa sin haber vendido ninguno y sin poder comprar el mochi de año nuevo.
Comenzó a nevar cuando salía del pueblo y vio a un grupo de seis O-jizô-sama cuyas cabezas empezaban a cubrirse de nieve y las caras de estalactitas de hielo.
El anciano ni corto ni perezoso se fue hacia ellas y les sacudió la nieve de la cabeza y les quitó el hielo, cubriéndolos con los sombreros diciéndoles:
-Solo tengo unos sombreros de paja pero, por favor, acéptenlos..."
Sólo llevaba cinco sombreros así que al último le dio el suyo propio disculpándose ante el Jizô por darle un sombrero viejo. Tras esto siguió su camino.
 No pudieron cenar mochi así que comieron arroz, unas verduras en vinagre y se fueron temprano a dormir. Por la noche les despertaron unos cánticos que se acercaban y cuando corrieron a ver qué era se encontraron ante la puerta cajas y cajas, unas sobre otras, llenas de arroz, vino, mochi, decoraciones de año nuevo, mantas, kimonos...
 A lo lejos vieron a seis Jizô que se alejaban con los sugegasa del abuelo puestos".

*** FIN ***

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